En esta ocasión no pienso mentir, lo
que me ha amargado la vida ha sido la maldición de esa amistad, se supone que
un amigo canta la melodía de tu alma en cualquier momento que lo necesites,
pero hay otras ocasiones en que un amigo te lleva al infierno, te entierra ahí
y canta para encerrarte en él. No, no estoy mintiendo, no me victimizo, sus
acciones me llevaron a un amargo infierno, aún ahora escucho esas voces
diciéndome que debo hacer las mismas traicioneras y deplorables acciones, pero
mi espíritu quiere resistirse.
Es tanto lo que trato de controlarme,
que mis manos tiemblan y la cara me enardece de rabia; los seguidores de buda
dicen que existe el auto-control, pues bien, a mi me está destrozando: esta
amargura, esa supuesta amistad, este estúpido afecto convirtiéndose en odio.
Amaba a mi mejor amiga como solo se
puede amar a una hermana, solíamos ser las personas más unidas y compartidas,
hasta que el tiempo hizo de las suyas, y no sé si culpar al tiempo o a sus
malas compañías, a esas personas que siempre la hirieron.
No me duele, no me malinterpreten, es
más como una quemadura que arde, sus traicioneras amistades que le abandonaron
en algún momento siempre fueron su prioridad, y con ese cinismo, propio de quien traiciona y no quiere ser juzgado,
me señalan a mí, ¡Como si hubiera sido todo a causa mía y no de su inmadurez!,
de la manipulación a la que esta sometida.
Mi afecto y mi amistad se convirtieron
en lo que hoy son mi propia maldición, mi propia condenada. "Jamás te
traicionaré", siempre fueron sus palabras, siempre cargadas de falsedad,
ahora lo veo claro, un amigo te traiciona de frente y lo acepta, no te miente,
¿pero qué se puede hacer cuando te han traicionado y el verdugo se transforma
en oveja? Dicen que después de luchar tanto tiempo contra algo que odias,
corres el riesgo de volverte igual. Ella siempre odio las traiciones y hoy, fue
su puñal lo que me ha maldecido.
El día que perdí el anillo que
conservaba como único recuerdo de mi difunta madre, decidí que era a causa de
un descuido y se encontraría en algún rincón, pues nunca salía con él por el
valor que tenía para mí, la semana seguida de aquel suceso, transcurrió con mi
mejor amigo diciendo que había visto el anillo en mano de mi mejor amiga, me
enseñó una foto de ella con el anillo adornando su dedo índice, con aquella
imagen decidí reclamarle, ese día nos encontramos en una cafetería y su mano se
hallaba libre de joyería, me juró llorando ser inocente, incriminó al resto de
mis amigos, estaba a punto de ceder cuando salimos, me trataba de convencer a
mi misma que sería una coincidencia, pero la suerte no se mantuvo de su lado,
en la acera se encontraba su vieja mejor amiga, con mi anillo en la mano, con
soberbia me lo mostró diciendo que era un regalo de aquella a la que había llamado
mejor amiga.
Mientras su mano seguía luciendo el
anillo con arrogancia, de alguna manera lo deslicé fuera de su dedo, mi mirada,
desde entonces amarga, se posó sobre mi mejor amiga, cual reclamo silencioso,
comenzó a llorar y decir que podía explicarme todo. No quise escuchar, desde
entonces, vivo escuchando comentarios de disculpas por parte de ella,
comentarios sobre lo hipócrita que soy de esos a los que llama amigos, y tal
vez lo haya sido, pues nunca aclaré las cosas inaceptables para mí, o tal vez
lo hice y ella no lo comprendió.
Vivo siendo señalada como traidora.
Esto es parte de mi maldición, la gente siempre le creerá a ella, siempre fue
más sociable, y fue bendecida con la apariencia de la confianza absoluta.
Dentro de este infierno al que me ha
sometido, sigo sin comprender una cosa: ¿Cómo se puede ser culpable cuando el
inocente es quién se disculpa? Mis pocos amigos, me han hecho ver el cruel
juego al que me ha sometido, y espero que ella se divierta mientras el fantasma
de quién solía ser se pierde cada día más a causa de este maldito sentimiento.
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